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Writer's picturePaul Mirande

LA LETRA CON AMOR ENTRA

el papel de la literatura

en la sociedad de la información

en cierta época se enseñaba a leer

con castigos de todo tipo

diciendo “la letra con sangre entra”,

pero con el tiempo se llegó a entender

que la lectura y la literatura son del dominio universal

de la libertad y del amor,

de ahí el título de este trabajo colectivo

del colectivo Casa tomada


Francisco Maldonado Carrasco 2023


PRÓLOGO


Carlos Pérez Agusti,

presidente del colectivo cultural

“Casa tomada”

y

Serge De Ryck

coordinador del taller

“El papel de la literatura

en la sociedad de la información”


La temática del taller


Antes de preguntarnos cual puede ser el papel de la literatura en la sociedad de la información, tenemos que preguntarnos cómo se define esta última. Es una sociedad en la cual la información nos llega casi instantáneamente gracias al desarrollo de la tecnología. Nos permite enterarnos de lo que pasa en el mundo o de obtener los datos necesarios para tomar decisiones. Se supone que esa información es a la vez verdadera y útil. En cambio, la literatura puede pero no debe ser verdadera y útil.

No debe ser verdadera, pues gran parte de la literatura está constituida de ficciones. Y con la excepción de libros de cocina, de bricolaje, de educación y de auto-realización, no debe ser útil pues la lectura es generalmente considerada como un pasatiempo.

Liberada de la obligación de ser verdadera y útil, la pregunta es: ¿Cuál puede ser el papel de la literatura en una sociedad que pretende promover únicamente lo verdadero y lo útil?

El hecho que en la sociedad de la información hay también mucha información falsa y inútil – basta con consultar las redes sociales – no cambia nuestro enfoque. Es tan poco evidente escribir poesía, novelas, historia o ensayos, considerando además el desarrollo de la inteligencia artificial generativa, que se puede hacer la pregunta: ¿Nos acercamos al fin de la literatura?


La sombra de Eliécer Cárdenas Espinoza

El taller, realizado en abril y mayo de 2023, en el Museo Remigio Crespo Toral, con la participación de miembros de “Casa tomada”, ha logrado hablar a través del recuerdo y la voz de su fundador, Eliécer Cárdenas Espinoza.

Aunque falleció hace dos años, imaginamos su respuesta a las preguntas de para qué escribir, para qué narrar historias. Para los que le conocimos y compartimos aventuras literarias, seguramente diría: por las mismas razones por las que se lee, por una sensación de malestar de que no todo va bien, que algo no funciona en nuestras realidades.

La personalidad carismática de Eliécer hizo posible de reunir diferentes actores culturales, sobre todo literarios, que sin él no se hubieran conocido. La reunión de poetas, novelistas, historiadores, periodistas y profesores de literatura con un mismo objetivo – la promoción de la cultura en general y de la literatura en particular – no es cosa común. En ese dominio, caracterizada por la competencia, la colaboración no es la norma.

Fiel al espíritu del fundador de “Casa tomada”, el taller no la firma un autor sino un colectivo de escritores y lectores, como resultado de su trabajo colaborativo. Es un sistema de trabajo inherente al hecho mismo del proceso de creación, proceso cuyo objetivo es unir varias voces sobre un tema o una problemática común. Es un trabajo democrático por lo que tiene de participativo y compartido, comprometido y lúdico, que se llevó a cabo con miembros del colectivo.

El taller se transformó en una experiencia original para los participantes, respaldada por el arte de escuchar y la aparición de nuevos vínculos de interacción entre los integrantes.

Creó un espacio de reflexión capaz de expresar cosas así: En nuestra sociedad de la información, la ficción permite al autor decir su verdad sin perder su libertad. Y también: La escritura -igualmente la lectura- como actividad creadora exclusiva del ser humano tiene que ser en el presente y en el futuro un derecho ineludible de todos los seres humanos sin exclusión alguna. Sin duda es una utopía, pero hacia allá debemos impulsar nuestra responsabilidad cultural y humana.


La postura visionaria de Jorge Luis Borges


Si hay un autor que pueda tomarse como paradigma ejemplar de posiciones ante la doble pregunta de “para qué leer” y “para qué escribir”, ese es Jorge Luis Borges. Quizás sea el autor argentino uno de los escritores que mejor representa o simboliza el libro y el mundo de la literatura, como lector, creador y pensador.

Borges nos transmitió el legado de una escritura que se configura en la lectura. En El jardín de senderos que se bifurcan, su protagonista abandona todo para hacer un libro.

Referirse al presente de Borges, implica aludir a las formas posibles de leerlo en este nuevo siglo, que consistirán seguramente en recuperar su mundo: los libros.

En La Biblioteca de Babel presenta un universo llamado justamente Biblioteca; y afirma: “Siempre he imaginado que el Paraíso sería como una especie de biblioteca”.

Nadie como Borges llegó a ver la relación entre el libro y la memoria: “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo... Solo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.

Leer es una creación humana, y el desarrollo intelectual guarda una estrecha relación con la aparición de la escritura, con el descubrimiento del libro.

En palabras de Carlos Fuentes: “Hoy más que nunca, un escritor, un libro y una biblioteca nombran al mundo y le dan voz al ser humano. Hoy más que nunca, un escritor, un libro y una biblioteca nos dicen: si nosotros no nombramos, nadie nos dará un nombre. Si nosotros no hablamos, el silencio impondrá su oscura soberanía.”

Más allá del silencio, el libro puede también revelar todo lo que está callado en uno mismo. O como lo expresó otro escritor visionario, Franz Kafka: “Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros.”


La verdad de la ficción


Además de la ausencia de la obligación de ser útil, la literatura es también el dominio de una cantidad impresionante de ficciones.

El taller fue precisamente un lugar donde se pudo reivindicar la libertad aprendiendo a disfrutar de las palabras y de historias imaginarias a final de cuentas no tan ajenas a la realidad. De todos modos, la ficción posee su propia verdad, ya lo dijo el recien fallecido Milan Kundera: “La única razón de ser de la novela es decir aquello que tan solo la novela puede decir.”


Lecturas de cabecera


Un taller así concebido y realizado es un verdadero hallazgo.

Además contribuirá sin duda al enriquecimiento, no solamente de los que contribuyeron pero también de los que leerán el texto a continuación, reproduciendo la quitaesencia de los aportes y intercambios.

Con el fin de identificar cada uno de los participantes de un modo literaria y no meramente biográfico, se publican en anexo sus lecturas de cabecera.


Cuenca, octubre de 2023


PRIMER TALLER: ¿Para qué leer?


No hay dos personas que leen el mismo libro.

Edmund Wilson (1895-1972)


Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito,

yo me enorgullezco por lo que he leído.

Jorge Luis Borges (1899-1986)


La lectura es pérdida de tiempo


Vamos a hablar primero de los que consideran la lectura como pérdida de tiempo, como algo inútil o como impedimento para hacer otras actividades. ¿Para qué leer si se puede viajar, cocinar, ocuparse del jardín, hacer deporte?

Parece que leer detenidamente un texto más largo que un mensaje de tipo SMS les cuesta cada vez más a las nuevas generaciones. Algunos jóvenes no leen porque creen que los maestros les obligan a leer lo que ellos mismos no han leído.

Si los docentes o los familiares no estimulan la lectura, ésta será visto como algo inaccesible o aburrido. Además, hay que superar muchos prejuicios tales como: “La poesía no vale para nada.” “¿Para qué leer historias que nunca han ocurrido?”

Se ha oído pronunciar también por un padre a su hija esta frase: “Mientras más lees, más ignorante eres.” Es una frase paradójica porque cuanto más se aprende, más consciente uno se vuelve de que hay mucho que aprender todavía.

En la novela Fahrenheit 451, publicada en 1953 por el estadounidense Ray Bradbury (1920-2012), se pinta una sociedad donde un cuerpo de bomberos tiene que quemar los libros y donde hay pantallas de televisión gigantescas interactivas que entretienen a la gente. Un grupo de resistencia se reúne en un bosque para aprender de memoria los libros puesto que ya no hay libros físicos y tienen que aprenderlos de memoria. Esta novela se inspiró de la quema de libros en 1933, veinte años antes, por los nazis. Incluso se quemó la obra del poeta alemán Heinrich Heine (1797-1856) quien ya en 1821 dijo, ciento veintiún año antes del Holocausto: “Donde se queman libros se terminan quemando también personas.”

En la sociedad de la información actual, no se queman los libros, de hecho circulan en gran cantidad, que sean impresos o de forma digital, pero el arte de leer se práctica a la sombra de las grandes o pequeñas pantallas, que en 1953 todavía eran un sueño.

En un país como el Ecuador, uno tiene que tomar además en cuenta que gran parte de la población no tiene los medios suficientes para comprar libros, y que muchos jóvenes así no tienen acceso a la lectura.


La lectura forma nuestra identidad


En la sociedad de la información, la lectura es limitada al acto de extraer la información de un texto – las cartas personales y profesionales, los correos electrónicos, los diarios, semanales y mensuales que uno compra – que hace que ese texto ya no tiene otro valor que el de haber sido el vehículo de la información recibida y buscada.

En cambio, leer textos no utilitarios – es decir que no contienen información directamente útil o relevante, cual que sea el género – tiene otro fin. Es saludable, atractivo, pero sobre todo forma, desde que tenemos la edad y la capacidad de leer, nuestra identidad pues nos enfrenta al mundo y a los demás. Así la lectura es sobretodo un instrumento de conocimiento de uno mismo. Pues los libros que leemos y que a veces releemos definen más quienes somos que nuestro ADN. Un pelo puede identificarnos, pero para saber quienes somos de verdad se necesita explorar toda una biblioteca. Esta biblioteca puede ser caótica u ordenada, al igual que nuestra verdadera identidad. No es la cantidad de libros que uno ha leído que determina su valor si no la intensidad apasionada con la cual uno ha leído. Las lecturas de cabecera pueden ser muchas, pero un solo libro también puede satisfacer nuestro afán de salir de uno mismo. Una sola imagen puede enseñarnos más que un flujo de imágenes.

Comenzamos a leer todo tipo de texto – comics, revistas, ediciones populares de obras maestras de la literatura local o mundial, historias de la Biblia – pero con el tiempo nos volvemos más selectivos y leemos libros más afines a nuestros gustos e intereses. Cada uno tiene que buscarse la lectura que más le corresponde. Eso requiere tiempo. Leer requiere tiempo.

La curiosidad es el verdadero motivo para leer pero la lectura necesita cierta iniciación, generalmente en casa pero también en la escuela. Con el tiempo puede volverse un hábito, una práctica, un acto de voluntad o de fe, o todas esas cosas a la vez. Implica que haya libertad de pensamiento y de expresión. La censura o lista de libros prohibidos debería siempre ser la excepción absoluta. Libros hacen muchísimo menos daño que drogas o armas.

La lectura es una aventura y fuente de placer


Al mismo tiempo que aprendemos a saber más quienes somos, nos podemos identificar con personajes que no son como nosotros mismos pero que forman parte de nuestro universo. Así, podemos identificarnos con el Quijote sin caer en quijoterías o con personajes ambiguos sin caer en ambigüedades.

De esa manera, la lectura nos humaniza más que cualquier otra actividad, pues aunque es individual nos saca de nuestro propio mundo y así leer se vuelve una aventura y una fuente de placer, nunca de aburrimiento y de obligación.

La lectura puede dar ganas de viajar, de soñar con los ojos abiertos, es gozar de la historia y de sus encantos. Quien no lee, no descubre la magia de las palabras.

El arte de leer nos hace libres y no esclavos, porque nos transporta en un mundo diferente donde no importa la época, ni los personajes, tampoco importa el comienzo ni el fin, sólo importa el encanto y el sabor.


SEGUNDO TALLER: ¿Para qué escribir o leer ficciones, historias, poesías y ensayos?


La realidad supera la ficción.

Oscar Wilde (1854-1900)


La literatura es mentir bien la verdad.

Juan Carlos Onetti (1909-1994)


¿Ficción o no-ficción?


Toda civilización empieza con mitos y leyendas, que son todos ficciones vividos como reales. Como niños, todos hemos querido que nos cuenten historias, placenteras o horrorosas, antes de poder dormir tranquilos. La ficción aparece, desde luego, como una necesidad profundamente humana. A pesar de eso, en nuestra sociedad de la información, la ficción si no es marginada, está circunscrita a su propio dominio: la literatura.

En las librerías hay secciones sólo dedicadas a la no-ficción, como para asegurar al lector que todo lo que leerá es real y en ningún caso imaginario. Muchas ficciones actuales afirman estar basadas en eventos reales, como para indicar de antemano al lector o al espectador que son a final de cuentas reales. La advertencia que cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia, es en cambio muchas veces una pura mentira.

Así que la pregunta es doble: ¿Qué distingue la ficción de la mentira¿ Y ¿Cuál es su relación con la realidad?


¿La ficción es mentira?


En nuestra sociedad de la información, la ficción permite al autor decir su verdad sin perder su libertad. Si un autor describe hechos reales (de abuso, de engaño o de cualquier otra forma de corrupción o de injusticia) y da a sus personajes, tanto de las victimas como de los victimarios, sus nombres reales, incluso en una sociedad gozando de libertades constitucionales, si no es censurado, será demandado o simplemente, en sociedades menos liberales, encarcelado. Sólo la ficción permite al autor una total libertad de expresión. La ficción no sería en este caso una mentira. Al contrario. El autor expresando su verdad, frente a los que consideran esa verdad como incómoda, podría siempre afirmar que todo lo que describe salió de su imaginación. Sólo así podría evitar la censura, ahorrarse una demanda y escapar a la cárcel.

La idea de crear ficciones para decir verdades es parte de nuestra historia. Ya el filósofo griego Epiménides decía en el sexto siglo antes de Cristo: “Todos los cretenses son mentirosos. Yo soy cretense.” Cuando un solo cretense afirma que todos los cretenses son mentirosos, podría a final de cuentas que la afirmación que son mentirosos es a su vez una mentira. En este último caso puede decir la verdad.

De esa paradoja también participa la ficción: podría ser real (o verdad) pero también podría ser imaginaria (o mentira).

De esa libertad no solamente puede aprovecharse el escritor pero también el lector. Él también puede tomar la ficción como describiendo personas y hechos imaginarios pero no le impide considerar esas personas y esos hechos a final de cuentas como muy reales. El lector puede en total libertad extraer de la ficción lo que le parece real y lo que le parece imaginario. Nadie, ni siquiera el autor mismo, puede quitarle al lector esa libertad de interpretación.

En cambio, en la sociedad de la información, una información falsa – el famoso fake news – es indeseable porque su intención es engañar. La ficción no intenta engañar. De antemano advierte que el lector tiene la libertad absoluta de interpretación, mientras en el caso de una información falsa esa libertad de interpretación es negada. No hay alternativa de creer o de no creerla. Hay que aceptarla como real y punto.


¿Verdadero o falso?


Por supuesto, la ficción es mucho más que un juego en el cual se invita al lector a distinguir lo que es real o verdadero y lo que es imaginario o falso. Posee su propia verdad. Como lo expresó el escritor checo Milan Kundera (1929-2023) : “La única razón de ser de la novela es decir aquello que tan solo la novela puede decir.”

Es decir que la ficción – novela, película, comic, cuento fantástico o de ciencia-ficción – se libera de la obligación de ser real, pero por eso no deja de referirse a la realidad. La ficción podría hasta ser la mejor manera de penetrar en la realidad, pues no solamente considera el mundo exterior objetivo pero también el mundo interior subjetivo. Su nobleza reside en el hecho de explorar experiencias y emociones ajenas, con las cuales el lector tiene la libertad absoluta de identificarse o no.

La ficción, otorgando la libertad de interpretación y de identificación absoluta, alarga considerablemente el horizonte y es una ventana sobre otras vidas y hasta otros tiempos y universos.

Así la ficción contribuye al éxito evolutivo de la humanidad. Como dijo el escritor ruso Vladimir Nabokov (1899-1977) : “La novela no nació el día en que un joven llegó corriendo del valle neandertal gritando el lobo, el lobo, con un enorme lobo gris pisándole los talones ; nació el día en que el joven llegó gritando el lobo, el lobo, sin que le persiguiera ningún lobo.”

Frente a ese último grito, hay tres posibilidades: o este joven, viendo cosas que no son, está loco, o estando al contrario muy consciente de que su grito frente a un lobo imaginario puede engañar, quiere sembrar terror, o – última opción – admite simplemente que imaginó haber visto el lobo.


El sentido de la posibilidad


Eso nos lleva a considerar la ficción como posibilidad en vez de como mera distorsión o ilusión de la realidad. El escritor austríaco Robert Musil (1880-1942) lo expresó así en su obra El hombre sin atributos: “Si existe el sentido de la realidad, debe existir también el sentido de la posibilidad. El que lo posee no dice, por ejemplo: aquí ha sucedido esto o aquello, sucederá, tiene que suceder; más bien imagina: aquí podría, debería o tendría que suceder; y si se le demuestra que una cosa es tal como es, entonces piensa: probablemente podría ser también de otra manera. (…) Una experiencia posible o una posible verdad no equivale a una verdad auténtica, sino que tienen, al menos según sus defensores, algo muy divino en sí, un fuego, un vuelo, un espíritu constructor, y la utopía consciente que no teme a la realidad, sino que la trata como problema y ficción."


Soñar despierto


Ese sentido de la posibilidad – que trata la realidad como problema y ficción – permite compartir también sueños. Ya no se dirá: Los sueños sueños son, pues pueden revelarse, aunque ficticios, bien reales. De ahí la propuesta siguiente: La ficción es soñar despierto para despertar al lector. A la diferencia de un sueño, la ficción tiene sin embargo que respetar los dos primeros principios de la lógica: el principio de identidad (en La Metamorfosis de Franz Kafka el personaje principal será una cucaracha del principio al final del cuento) y el principio de no-contradicción (la cucaracha en la cual se metamorfoseó Gregor Samsa no vuelve a ser un ser humano), pero no del principio del tercer excluido. Este último principio requiere que una afirmación sea verdad o mentirosa pero no las dos cosas a la vez. En la ficción, precisamente la historia contada puede ser a la vez real e imaginaria.


La ficción como refugio


La ficción puede también nacer de la inconformidad con la realidad y con el sentido de la realidad, que equivale muchas veces al sentido común, y llenar así algunos vacíos existenciales. Permite evitar el absurdo de la vida. Lo que Mario Vargas Llosa (premio Nobel de 2010) expresó diciendo: “Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores.”


Aprender y desaprender


Si a través de la ficción se puede aprender mucho sobre la realidad, también enseña a desaprender, a mirar con desconfianza cierto tipo de literatura ideológica o idealista. Así Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes (1547-1616) combate las novelas de caballería en las cuales, según Don Quijote mismo dirigiéndose a Sancho Panza, ni se come, ni se duerme. Madame Bovary de Gustave Flaubert (1821-1880) desenmascara las novelas románticas, pintando una realidad donde la amante romántica, llena de deudas, no tiene más opción que suicidarse. Doctor Jivago de Boris Pasternak (1890-1960) describe una realidad bien lejos de las ficciones del realismo socialista.

Toda gran obra literaria es a menudo un pequeño relato (pequeño en el sentido que se trata de la historia de un pequeño individuo frente a la Gran Historia) que pinta otra realidad que la de los Grandes Relatos. Estos últimos constituyen la historia oficial de cualquier ideología, religión o régimen. Hablando de su novela Polvo y ceniza, basada en archivos y testimonios sobre Naún Briones, Eliécer Cárdenas (1950-2022) expresó esta oposición diciendo : “Siempre he intentado rescatar nuestros personajes escamoteados por la literatura y la historia oficial.”


La realidad como ficción


Dicho de paso, lo que cada uno de nosotros considera como siendo la realidad contiene también mucho de ficción en la forma de prejuicios y de creencias de todo tipo.

La ficción invita ciertamente a imaginar y a soñar pero también a mirar la realidad, o por lo menos lo que es presentado como la realidad, de manera crítica. La ficción no quiere borrar la realidad ni la frontera entre verdad y mentira, pero al contrario ayudará a distinguir mejor la verdad de la mentira, con la ayuda de esa forma híbrida que es la ficción. Ésta también es híbrida en su proceso de creación. El autor de ficción crea en otro espacio, con la realidad adelante pero sin embargo fuera de la realidad. La ficción nos presenta así una realidad ampliada por la imaginación que nos saca del mundo material.


El amor a la lengua


Particularmente la novela y la poesía estimulan también fuertemente el amor a la lengua. La lengua nos distingue de los animales. Somos seres hechos de palabras. Cuando un autor entonces describe situaciones y personajes comunes lo puede hacer con estilo propio y en una lengua propia. Tal como en la pintura un paisaje pintado por Monet, Cézanne o van Gogh no es el mismo, la lengua utilizada nos hace ver unas mismas realidades de otro modo.


La realidad ampliada


Ampliando considerablemente nuestro horizonte, la ficción puede hacer de nostros seres humanos más completos.


2.2 Historia


En lo que concierne al pasado,

todo el mundo escribe ficción.

Stephen King (1947-…)


Cualquiera puede hacer historia;

pero sólo un gran hombre puede escribirla. 

Oscar Wilde (1854-1900) 



El pasado ya no existe


La pregunta relativa a la historia – que incluye novelas basadas en hechos históricos pero también biografías – es similar a la pregunta relativa a la ficción. ¿Para qué investigar, contar y leer eventos y personajes pasados, supuestamente ya no actuales? ¿Cómo algo y alguien que ya no existe puede llenar esos vacíos existenciales de los cuales tratamos cuando hablamos de la ficción? ¿Como algo y alguien que ya no es puede interesar o fascinar a los lectores tal y como somos?

El poeta alemán Friedrich Hölderlin (1770-1843) ya decía : “El mito nunca ha existido, sólo es.”


La historia como género


La historia como género nació con el romanticismo. Tras revoluciones y gestas libertadoras, las nuevas naciones buscaban en el pasado los elementos que condujeron a su formación.

Escribir historia no solamente se centra en la historia colectiva de comunidades, ciudades, regiones, pueblos y naciones pero nos ayuda también individualmente a conocer nuestros origenes, los elementos esenciales de nuestra identidad y de preservarlas en la memoria para las generaciones futuras. Sobretodo se trata de rescatar eventos y vidas de figuras históricas importantes que no deben ser olvidados por las generaciones actuales y futuras.

Las leyendas y los hechos históricos nos dan datos del pasado, pero por analogia nos conducen a conocer y a despejar aspectos indescriptibles de la vida presente.

Los personajes y los eventos que se presentan a nosotros como actuales tienen todos su historia. Lamentablemente, se pierde a veces el sentido histórico que nos permite entender que lo que es ahora no siempre fue y tampoco será mañana.

Todavía hoy, nuestras sociedades, incluso nuestra sociedad de la información, son tejidos de historia.



Historia y ficción


¿Cómo es la relación de la historia con la ficción?

La ficción muchas veces rescata realidades perdidas. Sin su inclusión en una ficción estarían perdidas para siempre. La Iliada de Hómero, por ejemplo, no solamente nos habla de la guerra de Troya pero también del universo de los griegos de esa época. Los arqueólogos, en cambio, han buscado Troya bajo los escombros y piensan que es la capa 7 a de la ciudad turca de Hisarlik. ¿Sin el poema, largamente ficticio, de Homero qué sabriamos de Troya?

La ficción y la historia a menudo también se mezclan, pues gran parte de la literatura trata de personajes y eventos del pasado pero, por otra parte, para escribir historia o una biografía también se busca datos en la literatura.

El general en su laberinto, de 1989, de Gabriel Garcia Márquez (1927-2014) es presentada como una ficción de los últimos días de Simón Bolívar pero se basa en archivos y testimonios históricos.


La historia en la historia


¿Cómo es la relación de la historia con la misma historia?

Escribir historia es una tarea que evoluciona y que puede ser diferente según la época y el punto de vista adoptados. La gesta libertadora de Simón Bolívar no es descrita de la misma manera en el siglo XIX o en el siglo XX.

El personaje de Manuela Saenz (1797-1856), por ejemplo, de amante del Libertador, ha evolucionado. Con el tiempo se le atribuyó, antes de que conozca a Bolívar, también calidades militares. Así, San Martin le otorgó, junto a ciento trenta y cuatro otras mujejeres luchadoras para la independencia, el titulo de Caballeresa del Orden del Sol. En los últimos tiempos su figura ha sido sin embargo utilizada por las ideologías de género. Este ha contribuido positivamente porque se ha ahondado en su personaje. Se saben más cosas sobre ella, muchos datos han salido a la luz, sobre todo de la situación de las mujeres bastante injusta en aquella época. Por otro lado se ha manoseado su personaje para usarlo para ideologias feministas bastante alejadas de la realidad y objetividad históricas.

El personaje de Ernesto ‘Che’ Guevara (1928-1967) también evolucionó en el tiempo, de luchador quijotesco para la liberación de la explotación del hombre por el hombre, a verdugo sin piedad de, entre otros, cristianos, disidentes y homosexuales.

De eso resulta que se puede describir y volver a describir la historia o la biografía de un personaje histórico sin que sea una copia del anterior. No existe historia enteramente objetiva. Lo que si existe es una historia oficial. Se dice generalmenente que, en el caso de una guerra, la historia está escrita por los vencedores. Sin embargo, se puede decir lo mismo de una sociedad aparentemente pacifica: la historia está escrita por las voces dominantes.

Por eso, Eliécer Cárdenas (1950-2022) ponía enfasis en consultar y hacer entender también voces no oficiales, ocultadas por la historia y la literatura oficial.


La historia vivida


¿Cómo las biografías, autobiografías y memorias se relacionan con la historia?

Una biografía, autobiografía o memorias, no pueden dejar de ubicarse en un contexto histórico. Se trata de una manera muy personal y muchas veces subjetiva de vivir la historia. Libros como Confieso que he vivido, publicado postumemente en 1974, o hasta Canto General, publicado en 1950, de Pablo Neruda (1900-1973, Premio Nobel 1971), o Vivir para contarla, publicado en 2002, de Gabriel García Márquez (1929-2014, Premio Nobel 1982) cuentan una historia vivida aunque subjetiva. En el ámbito europeo se puede citar El mundo de ayer, publicado postumemente en 1942, del escritor austriaco Stefan Zweig, muerto en Brasil en 1942.


2.3 Poesía


Podrá no haber poetas,

pero siempre habrá poesía.

Gustavo Adolfo Becquer (1836-1870)


Yo sé que la poesía es imprescindible,

pero no sé para qué.

Jean Cocteau (1889-1963)


La lengua de los dioses


¿Para qué escribir poesía cuando el cine y la música también pueden brindar emociones fuertes?

Es que precisamente la poesía está en todas partes. Algunos dicen que es tan antigua como Dios, que fue la luz, salida de la nada, por Su Palabra. Es, según Eduardo Shuré (1841-1929), la lengua de los Dioses, salida de los templos.

Además de ser, como en la poesía antigua, una lengua de los dioses, y su origen una chispa divina, puede ser un estado de luz que no ciegue y una música que no ensordece. Un estado de asombro delante de lo desconocido. Un estado de excepción en la vida a veces muy prosaica.


La poesía está en todas cosas


El cantante español Joaquín Sabina (1949-…) dijo: “La poesía huye, a veces, de los libros para anidar extramuros, en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura.”

Jean Cocteau consideraba que todo lo que hacía era poesía: novela, teatro, cine y, por supuesto, su propia poesía.

Entonces, si la poesía está en todas partes y que se expresa de muchas maneras, ¿para qué reducirla a la que se expresa en versos, que sea en una hoja de papel, servilleta, en la corteza de un árbol o en un grafiti?


La poesía a través de las palabras


Compartir experiencias y emociones a través de versos, aprendidos y reproducidos de memoria, es la forma más antigua de la poesía transmitida oralmente. Los niños captan de manera asombrosa el sentido de un poema más rápidamente que de cualquier otro texto. Es que somos seres hechos de palabras. Por eso, las palabras, primero de nuestra lengua materna, luego de eventuales lenguas aprendidas, siempre tendrán una resonancia especial en nuestras mentes y corazones.





La poesía es un acto humano


La poesía es un acto eminentemente humano que transciende del individuo hacia la sociedad. Sin la poesía, ya no seríamos humanos.

En Río de la memoria, de Jorge Dávila Vázquez, el poeta se pregunta: “¿Por qué escribo poesía? Porque alguien puede hallar un pedazo de su alma en estas líneas, dichas en el mismo tono en que converso. Sin nada de hermético, de raro, de retórico.”

Eliécer Cárdenas decía : “No todo está dicho, pues todo poema es nuevo.”


Las fuentes de la poesía


Los motivos para escribir poesía, para lo cual se requiere mucha inocencia y humildad, son tan diversos como la vida misma: no se trata simplemente de un juego de palabras o de una demostración de su habilidad lingüística, se trata fundamentalmente de expresar con todo su ser, corazón, mente y espíritu, experiencias buenas y malas y emociones fuertes: amor, cariño, odio, venganza, nostalgia, tristeza, felicidad.


2.4 Ensayo


Un buen ensayo debe tener esta cualidad permanente;

debe bajar su cortina alrededor nuestro,

pero debe ser una cortina

que nos encierra dentro, no fuera.

Virginia Woolf (1882–1941)


Este ensayo ha sido hasta aquí

una respuesta extensa para una pregunta breve.

James Boyle (1959-…)



Los origines


¿Para qué escribir o leer ensayos cuando actualmente en las redes sociales abundan los blogs y los forums?

Al hablar de ensayos, es inevitable remontarse a Miguel de Montaigne (153·-1592), escritor francés del siglo XVI, creador de un género abierto, profundamente actual. Su principal libro, obra cumbre del humanismo, se titula justamente Ensayos, que después de más de cuatro siglos de haber sido escrita, mantiene una vigencia y actualidad increíble en nuestro tiempo. Ya en la época, el ensayo trataba de cualquir tema: Montaigne hablaba tanto de su salud como de sus amistades y hasta de los primeros indigenas traidos a Francia del Brasil, y siempre con criterio personal, nunca como portavoz de cualquier institución.


Las formas híbridas


En el espacio de cuatro siglos, la forma del ensayo ha evolucionado mucho: hoy, de académicos, los ensayos toman formas híbridas, y mezclan consideraciones personales con fragmentos de ficción o periodisticos. Hasa la novela incorporó elementos ensayisticos. El hombre sin atributos, publicado por primera vez en 1930, del escritor austriaco Robert Musil (1880-1944), describe la historia del año 1913 a 1914, cuando estalló la Primera Guerra mundial, mezclando elementos novelisticos con elementos ensayisticos (como por ejemplo el pasaje sobre en sentido de la posibilidad).


Texto y contexto


Si se considera que todo texto que trasciende el contexto en el cual se originó forma parte de la literatura, exponer más a fondo ese contexto – personal de autor, social de su entorno y hasta político – genera mayor comprensión. Para eso, en ensayista o crítico literario tiene que tener vastos conocimientos de la literatura universal, de la Biblia, de la filosofia, psicologia y sociología, y tener una madurez que le permite llevar esta tarea.


La forma más libre


Frente a la superficialidad de ciertos blogs y forums, el ensayo tiene futuro por su forma abierta – pues no tiene un formato rigido, único – y la libertad de pensamiento y de expresión del ensayista. Es la forma más libre de la expresión del pensamiento.


TERCER TALLER: ¿Para qué escribir?


Escribo porque mientras lo hago

estoy tan llena de vida que mi muerte no existe.

Mientras escribo, soy intocable y eterna.

Rosa Montero (1951-…)


Escribo para que me lea mi madre,

que es la única que me leía cuando no me leía nadie

y la única que me leerá cuando ya nadie me lea.

Javier Cercas (1962-…)


¿Para quién escribir?


La pregunta ¿Para qué escribir? contiene otra, tan importante como los motivos que puede tener un autor para dirigirse al mundo con la palabra escrita: ¿Para quién escribir?

Se puede escribir para uno mismo un diario íntimo. Aún así, El diario de Anne Frank, publicado en 1947, es considerado como uno de los libros más leídos del mundo. O se puede escribir una carta a una sola persona como La carta al padre, que Franz Kafka (1883-1924) escribió en 1919 y que fue publicada en 1952 pero nunca fue despachada a su destinatario.

Eso son sólo dos ejemplos de textos, el primero escrito durante la Segunda Guerra Mundial y el último escrito poco después de la Primera Guerra mundial, que no eran destinados a ser publicados pero llegaron a formar parte de la literatura universal.

El filósofo alemán Federico Nietzsche (1844-1900) llamó su libro Así habló Zaratustra un libro para todos y para nadie. Se ha escrito mucho sobre esta fórmula, pero la esencia es que se trata de un libro dirigido a todos pero que quizá nadie entenderá. Nietzsche, muerto en 1900, pretendía que sólo sería entendido hacia el año 2000.

De un poeta maldito como Arthur Rimbaud (1854-1891) su obra maestra, Una temporada en el infierno, escrito alrededor de 1873, fue publicada en español por primera vez en 1939, es decir más de sesenta años más tarde. Cierto es que no fue leído por la generación a la cual perteneció pero tanto más por generaciones siguientes.

Antonio Machado (1875-1939) consideraba que su poesía podía ser leída por todos y lo era por las generaciones contemporáneas a él pero también por las generaciones posteriores.

Claro que hay públicos que son circunscritos desde el principio: literatura infantil, de género para mujeres, para jóvenes, para obreros, etcétera. No tienen la ambición de llegar en manos de todos, aunque cuentos infantiles auténticos, como por ejemplo los cuentos de Hans Cristian Andersen (1805-1875) o El principito de Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), también pueden fascinar un publico de adultos.

Todo eso indica que, aunque a veces se escribe para uno mismo o para una sola persona, se supone que un autor escribe para un público de lectores aunque nunca sabrá de antemano quienes serán sus lectores. Eso es el caso de biografías de personajes famosos, de romances, de policiacas y de thrillers.

Un autor puede considerar, en toda humildad o movido por la vanidad o por suficiencia, que tiene algo que contar al mundo por medio de la palabra escrita, pero son a final los lectores, que sean muchos o un grupo selecto, que deciden de recibir su botella al mar.


Escribir para vivir


Para sobrevivir a uno mismo se dice que hay que hacer un hijo, plantar un árbol o escribir un libro. Y de esas tres opciones, escribir un libro tiene mucho prestigio. A final de cuentas, Dios también es conocido por un libro, el libro de los libros, la Biblia. Y sin ser dioses, escritores pueden ser considerados como creadores de un universo salido de su observación y imaginación, un universo de papel al que sólo el lector da vida. No hay espacio de sombra inexplorable que resiste al sueño de un creador. Gustave Flaubert (1821-1880), para quien escribir era una manera de vivir, decía que el autor tenía que ser como Dios en el universo: presente en todas partes pero visible en ninguna.

Eso conduce a la pregunta que todo autor tiene que solucionar a su manera: tiene que distanciarse de su propia vida para escribir pero sólo tiene su propia vida para describir la vida.

Hablando de la vida de un autor: para producir literatura, no se puede olvidar el aspecto económico. Para vivir de la pluma hay que tener los medios: tiempo, dinero y un espacio propio. Tiempo y dinero propios o provenientes de un editorial pagando avances o de un público pagando derechos de autor. Para complacer a un público particular pero numeroso o simplemente para ganarse la vida, el autor puede estar tentado de preocuparse menos de lo que quiere comunicar y compartir pero más bien de lo que los lectores quieren leer: las novelas de caballería, de romance o de policía siempre fueron muy populares.


Motivos para escribir


Se puede escribir por placer de expresarse, de formular, de entender para nuestra satisfacción y para los demás. De todos modos, es un acto que no se puede contener. Quien comienza a escribir literatura, en cualquiera de sus géneros, entra en una situación de tentativa para comunicar o compartir con los demás temas que le parecen importantes. Se escribe para dar soltura a la creación, al alma y al gusto de escribir. Se escribe para descifrar, en forma personal y particular, la realidad de la vida, de los hechos primordiales, los sentimientos y los acontecimientos, así como para aclarar ciertos lados oscuros del pensamiento, de las verdades relativas y de los fenómenos existenciales. Se escribe para no estacionarse en lo que piensan todos y enrumbar los sueños de la vida y los anhelos por los caminos de la pluma. No hacerlo sería vivir ciegos, sordos y mudos sin razón. Todo escrito se vuelve así una conquista personal, fragmentaria e inacabada.

Escribir es, a final de cuentas, un verbo plural: se escribe para contar, comunicar, explicar, enseñar, exteriorizar, desahogar, aliviar, exaltar, transmitir, crear personajes, salvar de la fugacidad, permanecer en la memoria, crear belleza y para algunos pocos cambiar el mundo.


¿Cambiar el mundo?


José Saramago (Premio Nobel 1998, 1922-2010) dijo: “Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz, no sería escritor.”

La pregunta es entonces: ¿hay escritores que quieren, con su escritura, hacer más feliz al mundo cambiándolo?

El escritor español Luisgé Martin (1962-…) lo formuló así: “Escribo para comprender el mundo y explicarlo a los demás tal como yo lo veo; para intentar modificar en algo el mundo, para vivir vidas que no he podido vivir, para enmendar la vida que si he vivido, para sobrevivir a la muerte.”

Los escritores comprometidos como Jean-Paul Sartre (1905-1980) sostenían que la literatura tenía que contribuir a cambiar el mundo. No se podía escribir sin tomar partido para alguna causa. Sartre reprochaba por ejemplo a Gustave Flaubert que no había escrito ni una sola línea para impedir la masacre de la Comuna de Paris en 1871. Para los escritores comprometidos no sólo se puede pecar por acción, pero también por omisión.

Lo cierto es que la literatura puede influir en la forma de pensar y de actuar, promover una moda o un estilo de vida, sin poder cambiar el mundo pero sí la manera de ver el mundo.


¿Escribir sobre qué?


Escribir para un público de lectores implica que se escoja una temática, que sea personal o colectiva, que interesa ese público. Aún si el escritor describe situaciones de su propia vida, sólo se hacen literatura cuando encuentran un eco en el otro, el lector.

En primer lugar hay los temas que, de alguna manera, causaron un trauma profundo. Puede ser una vejación en su infancia o una separación de adolescentes o de adultos pero también una situación de guerra, sin fin feliz.

¡Cuántas ficciones no han sido escritos sobre este último tema!

También libros que atacan ciertos tabúes religiosos o sexuales han encontrado un público numeroso pues la literatura no sólo es diversión, es también una manera de enfrentarse al mundo o a la sociedad en la cual vive.


¿Todo el mundo escritor?


A pesar del creciente porcentaje de gente alfabetizada, en la escritura se encuentran problemas similares a las que existen en la música: muchos escuchan música, algunos tocan música pero son pocos los que pueden componer música.

Además, en la literatura, la técnica empleada (narración, diálogo, monólogo interior, estilo periodístico), el vocabulario (diario, poético, regional o especializado), el estilo y el lenguaje diferencian un autor de otro y están lejos de los estándares establecidos para ser disfrutados por los lectores.

Para los unos, todo el mundo puede ser escritor, como lo expresó Hernán Rodríguez Castelo (1933-1917): “Para escribir hay que escribir bien, porque no es algo tan difícil ni imposible que solo los superdotados o especialistas con prolija formación académica lo pueden hacer. Escribir bien está al alcance de cualquier persona que tenga aprendizaje y ejercicio.”


¿Fin de la literatura?


Para otros, en cambio, constatando la creciente incapacidad de muchos jóvenes de leer y de escribir, incluso en países con un alto nivel de vida, prevén el fin de la literatura o un futuro donde la literatura vuelva a ser el privilegio de pocos. En este sentido, sólo una élite podría leer y escribir textos literarios, es decir textos no utilitarios, como en el Renacimiento también fue una élite sabiendo latín y griego capaz de leer los filósofos griegos así que los pensadores, historiadores y estadistas romanos. La suerte de la literatura podría entonces seguir la suerte de música clásica: reservada para unos pocos de aficionados.

Pero no seamos tan pesimistas, porque en talleres del teatro o de escritura, algunos jóvenes sí llegan a expresar todo lo que tienen adentro y eso es alentador.

De todos modos, la escritura como actividad creadora exclusiva del ser humano tiene que ser en el presente y en el futuro un derecho ineludible de todos los seres humanos sin exclusión alguna. Sin duda es una utopía, pero hacia allá debemos impulsar nuestra responsabilidad cultural y humana.


CUARTO TALLER: La literatura frente a la inteligencia artificial



Con inteligencia artificial

estamos invocando al demonio.

Elon Musk (1971-…)


El único límite para la inteligencia artificial

es la imaginación humana.

Chris Duffey, (1974-…)


¿Fin de la literatura?


El astrofísico británico Stephen Hawking (1942-2018) y más recientemente los pioneros de la inteligencia artificial han considerado que el desarrollo incontrolado de ésta podría ser tan peligrosa como las pandemias y las guerras nucleares y así provocar el fin de la humanidad. Considerando que la literatura es el alma de la humanidad, ¿podría también significar el fin de la literatura?

Esa pregunta no tiene y no puede tener respuesta clara, pues la inteligencia artificial está en pleno desarrollo. Además, para los unos es una herramienta que completa la inteligencia humana, de la cual es producto por medio de sus algoritmos, mientras para otros puede substituirse a la inteligencia humana hasta completamente anularla.

Otra pregunta es de cómo hacer saber a un lector, puesto que algunas aplicaciones recientes de inteligencia artificial generativa tienen una capacidad asombrosa de producir textos de todo tipo, que el texto que está leyendo ha sido escrito por un ser humano y no por un robot. Los buscadores en internet como Google preguntan al usuario de confirmar y a veces de comprobar mediante un test visual que no es un robot, pero ¿cómo un lector común y corriente podrá obtener la misma garantía para el texto que tiene por delante?

Tanto el fin de la humanidad como el fin de la literatura – por la dificultad creciente de las nuevas generaciones de leer y de escribir correctamente – son todavía especulaciones. Tampoco es cierto que para el lector del futuro importará si el texto que tiene por delante será un producto enteramente humano o artificial.

El adjetivo “artificial” lo dice todo: es el fruto de la avanzada tecnología que acompaña, desde el descubrimiento del fuego, la humanidad pera a veces también la desorienta. La evolución biológica del ser humano suele ser mucho más lento que la evolución tecnológica. El desarrollo de la inteligencia artificial es un proceso que comenzó hace un cuarto de siglo más o menos y alegra a unos, sobretodo por sus aplicaciones en la medicina y en la movilidad, pero preocupa a otros, sobretodo en los medios intelectuales y literarios.


Ventajas de la inteligencia artificial


La inteligencia artificial no puede y no debe sustituir la inteligencia humana. Suma, recopila, armoniza, homologa y automatiza los conocimientos humanos tomando en cuenta una cantidad impresionante de datos en fracciones de segundos. En 1996, el campeón del mundo de ajedrez Garry Kaspárov ganó cuatro de sus seis partidas de ajedrez contra Deep Blue, pero en 1997 éste último, una máquina programada por IBM, ganó, calculando dos veces más rápido que el año anterior doscientos millones de posiciones por segundo. Este ejemplo simple demuestra la velocidad con la cual se desarrolla la tecnología actual.

Algunos piensan que la inteligencia artificial es como un huracán que va pasar por el cerebro humano, devastándolo y diezmando la capacidad humana de producir nueva creaciones y conocimientos al ofrecernos prácticamente todo ya hecho y disponible. Pero su papel parece ser únicamente de instrumento útil como es el dinero, que no vale por si mismo. Y ningún programa de inteligencia artificial jamás tendrá la capacidad de utilizar las figuras retóricas tales como la metáfora, la comparación, la hipérbole, la ironía, etc.

Para los escritores, la inteligencia artificial generativa puede multiplicar su fuerza creadora, tal como un automóvil también ayuda a desplazarse más rápidamente que un peatón. Se argumenta hasta que el escritor hará menos errores de gramática y hasta de estilo de la misma manera que autos sin conductor incurrirían menos en accidentes.


Riesgos de la inteligencia artificial


Si es cierto que la inteligencia artificial en el dominio de la educación ha liberado a menudo la palabra y estimulada la lectura y la escritura, también es cierto que han surgido problemas inéditos. Sobretodo para docentes, quienes establecen estrategias para que sus alumnos y estudiantes lean y sobretodo escriban, necesitan de la inteligencia artificial para averiguar la originalidad de textos no producidos con la ayuda de la inteligencia artificial. Ese problema del plagio no es nuevo, pero se manifiesta con más fuerza. Ocurre que se entregan así textos formalmente perfectos pero sin las palabras clave que había que utilizar, develando así su falta de originalidad. Esa ley del menor esfuerzo conduce también a cierta pereza intelectual. La utilización intensiva de inteligencia artificial puede inducir de esta manera una disminución de la inteligencia humana. ¿Para qué pensar o imaginar si una máquina lo puede hacer, y hasta mucho mejor?

En 2001: Odisea del Espacio, del cineasta estadounidense Stanley Kubrick (1928-1999), estrenada en 1968, muestra cómo la máquina – la computadora Hal – puede despojar el hombre de su poder. Cierto, es obra de ciencia ficción, del autor estadounidense Arthur C. Clarke, quien escribió el cuento titulado La centinela en 1948, pero ilustra lo que puede ocurrir cuando el ser humano pierde control sobre una máquina que él mismo ha creado y que ya no obedece a sus órdenes. Ese temor hace que los pioneros de la inteligencia artificial se refieren a las pandemias y a las guerras nucleares, pues es fácil sacar un virus de un laboratorio y contaminar el mundo entero, y de igual manera hay que controlar estrictamente la proliferación de armas nucleares, pues en manos de unos grupos malévolos pueden hacer un daño enorme a la humanidad.


¿Autor humano o pacto diabólico?


Cuando los propios seres humanos se comportan como robots, es decir de manera mecánica y previsible, incluso en la literatura donde ciertas fórmulas son más exitosas que otras, no será de extrañar que una máquina pueda producir unos best-sellers o mejor vendidos a bajo costo. ¡Y a los autores les cuesta ya tanto vivir de la pluma!

La inteligencia artificial nunca podrá superar la inteligencia humana, pues nunca tendrá el poder de persuasión, descrita por Aristóteles (384-322 antes de Cristo) y que comprende la credibilidad, la emoción y la razón, propiedades del ser humano. Parece que el reto de la inteligencia artificial es la creatividad y la emoción. Por el momento, los algoritmos no han alcanzado a descifrar donde está la esencia mismo del pensamiento. Tal vez están creando un nuevo estado de conciencia, donde la sensibilidad del ser humano toque sus fibras más intimas que vienen del corazón y no del cerebro. El mismo hombre debe mitigar los riesgos que han comenzado a abrir brechas severas entre la inteligencia artificial y la inteligencia humano, distinguiendo lo natural de lo artificial, pues el uno tiene conciencia, calor humano y corazón, y el otro solo será útil para realizar bien ciertas tareas. Sin negar la utilidad la utilidad de la inteligencia artificial, el ser humano inteligente – y se supone que los escritores lo son – tendrá que seguir cultivando su inteligencia, fruto de su racionalidad, y seguir forjando la ciencia, la filosofía, la historia, la escritura, el arte, la ética y el amor para que el mundo no pierda su valor ni su sabor original.

¿Pero cómo un lector puede saber si el texto que valora es hecho por una máquina o por un humano, con o sin la ayuda de inteligencia artificial generativa? En la pintura ocurre lo mismo: ¿Cómo distinguir una obra original de una copia? Quizá un experto podrá ver la diferencia analizando ciertos gestos técnicos, pero ¿cómo hará un espectador común y corriente? A veces ni los expertos pueden acertar sin analizar el cuadro o los materiales utilizados. Del mismo modo, ¿cómo podrá un lector hacer la diferencia, si por lo menos le interesa la autenticidad? Sólo se podrá hacer eso acercando el autor del lector a través de las redes sociales o a través de lecturas públicas. En la época de la Guerra fría, los autores checos se reunían en un departamento o en una casa para leer sus obras. No vivimos en tiempos de la Inquisición ni de represión de regímenes de derecha o de izquierda, más bien en tiempos donde no se prohíbe obras, por lo menos en el mundo occidental – salvo actualmente en las bibliotecas públicas estadounidenses – pero donde la lectura se vuelve más y más escasa.

Eso supone que el lector valore más obras hechas por humanos que por máquinas. Porque puede ser también que al lector no le importe esta calidad. Entonces puede ser que la relación entre el hombre y la máquina sea la de un pacto diabólico, como en el Fausto del escritor alemán Johann Wolfgang Goethe (1749-1832). La pieza trata del tema “vender su alma al diablo a cambio de todos los placeres del mundo”, y Mefistófeles le dice a Fausto : “El día que estarás totalmente satisfecho, me darás tu alma.”

¿La humanidad, entregando la literatura o mejor dicho la producción literaria a la inteligencia artificial, podría así perder su alma?

En este último caso otra cita del Fausto podría aplicarse: “No conseguirás conmover otros corazones si del corazón nada te sale.”

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