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videojuego

En agosto de 2021 salió la película, aplaudida en el Festival de Cannes, “ONODA, mil noches en la selva” del director Arthur Harari. En un cuento con el titulo “Videojuego” – el quinto de una serie de once sobre las aventuras de un flamenco Ben Bosch entre febrero y mayo de 1982 en Rio de Janeiro, libro publicado en 2017 – aparece Onoda. 
La traducción es mía.

 

1. Guerra
 
El Domingo de Pascua Ben llamó a su familia en Bélgica. Desde una cabina telefónica publica. A expensas de Papá y Mamá. Su hermana Celine había cumplido ese día, el cuatro de abril, diecisiete años. Y Ben quería desde el otro lado del charco cantar especialmente para ella el éxito de la cantante flamenca Micha Marah : Ik ben zeventien en wil de wijde wereld zien. (‘Tengo diecisiete años y quiero ver el vasto mundo’). 
Celine protestaba y le preguntó a Ben cómo avanzaba su misión secreta para  Rosencrantz & Guildenstern (pues es contando la mentira de una misión secreta para su empleador que Ben había viajado a Rio de Janeiro). ¿ Había seducido en la playa de Ipanema ya una que otra Carioca guapa ? ¿ No tenía miedo de estar involucrado en la guerra ?
‘¿ Qué guerra ?’ preguntó Ben francamente extrañado.
Cuando en su familia se mencionaba ‘la guerra’, la mayoría de las veces se trataba de la Segunda Guerra mundial. Papá hablaba continuamente de ‘antes’ y de ‘después’ de la guerra. Antes de la guerra era un adolescente en una época dominada por Adolf Hitler. Después de la guerra era un veinteañero saliendo de su escondite y enterándose de lo que pasó en Auschwitz y en Hiroshima, obligado a reconstruir lo que la guerra había destruido. La guerra surgía entre dos planicies relativamente pacificas como una sierra peligrosa en donde muchos que intentaron cruzarla perdieron la vida. Papá había sido desde sus dieciséis años testigo de los horrores que una guerra conlleva fatalmente. Con corazón angustiado cruzaba la frontera con papeles falsos. Cuando cumplió dieciocho años tuvo que esconderse para evitar el trabajo forzado en la Alemania nazi. Cumplió veinte años cuando llegó la Liberación. Aún si esta guerra se terminó veinte años antes del nacimiento de Celine, echaría siempre su sombra sobre el presente.
Sin embargo, la pregunta de Celine sorprendió a Ben : ¿ Qué guerra ? ¿ Su hermanita ignoraba entonces que los argentinos habían ocupado el archipiélago que los ingleses llamaban los Falklands y los argentinos las Malvinas ? 
Ahí se cortó la comunicación. Mamá cogió el receptor de las manos de Celine y recordó a su hijo que llamar desde el exterior era carísimo. ¿ Había otro cosa importante que comunicar ?
Si. O mejor dicho : ¡ No ! 
Para Ben el momento no había llegado en que comunicaría a sus padres que dentro de poco serían abuelos. Con la moneda que ahorró llamó a sus antiguos anfitriones. Estos afortunadamente no reconocieron su voz. Ben preguntó a Sandrine cómo evolucionaba el embarazo de Daisy. Sandrine contestó que Daisy ya estaba en su octavo mes. ¿ Sería un varón o una hembra ? Eso no querían saber de antemano. ¿ Cuando daría a luz ? ¡ El primer de mayo ! ¿ El Día del Trabajo sería también el día de los dolores de parto ? En francés la palabra trabajo significaba ambas cosas : trabajo y dolores de parto. Para Sandrine eso no importaba. Ella quería saber más bien si él estaría presente.
Antes de que Ben pudiera contestar, la comunicación se cortó de repente. El tiempo se había agotado. ¡ También su estadía en Rio terminaría pronto !

2. Sala de juegos

Este mismo domingo Ben acompañó después de sus llamadas telefónicas a Leo por primera vez a la sala de juegos Eldorado. Leo reemplazaba un amigo que trabajaba allí como cajero y que había tomado sus vacaciones en esa época. Era sólo uno de los numerosos reemplazos hechos por Leo para poder sobrevivir. No solamente Leo arrendaba su propia habitación a Ben. Pagaba también alimentos para sus hijos mellizos Alberto y Roberto, quienes no había visto ya más de diez años.
Luego de haber abierto la puerta de vidrio de Eldorado, Leo jugó futbolín con Ben en una linda mesa masiva con peones azules y rojos robustos. Futbolín, que Ben llamaba kicker, era el único juego que Ben quería jugar en este sala de juegos. Los chillados locos de los videojuegos y el matraquear de las tragaperras, que Leo prendía una tras otra, incomodaban a Ben. No se sentía atraído como si se hubiera tratada de mujeres demasiadamente maquilladas para atrapar a los jugadores. Ben prefería guardar las monedas para sus llamadas a Europa.
Después de tres partidos de futbolín, de los cuales Leo ganó los dos primeros, Ben se fue a ver tele en un rincón ubicado detrás de la caja. Se emitía una jugada de póker desde Las Vegas. Un boletín informativo urgente interrumpió la transmisión en directo para comunicar lo que Ben ya sabía gracias a su hermana. El Viernes Santo reclutas argentinos habían desarmado y forzado a rendirse ochenta y cuatro marineros británicos en la isla principal de las Malvinas. La operación ni siquiera había tomada tres horas.
Ben no tenía la menor idea de la ubicación de dicho archipiélago. Marineros franceses oriundos de Saint-Malo, quienes se encontraban cerca de Antártica, llamaron a esas islas les Malouines. Pero hace un siglo y medio los británicos se habían apoderado de las islas como si hubieran sido fichas en una mesa de ruleta llamándolas the Falklands.
‘Tres horas,’ se reía un pequeño treintañero, casi enano y calvo, quien de repente se sintió al lado de Ben. El hombre se parecía más a un halterófila con pequeños ojos vivos y una nariz de boxeador. Sacudía su cabeza masiva con una dentadura muy bien conservada y repetía sonriendo : ‘Tres horas representan apenas dos encuentros de futbol uno tras otro. ¡ Esos argentinos son lo máximo !’
A Ben le molestó como hablaba este enano. Este se vistió de una camiseta rayada blanco y celeste en lo cual se divisaba este eslogan en español : Las Malvinas son argentinas. 
Ahora se presentaba en un tono bastante bélico como Ulysses Guerra Paz. Su madre era una argentina y se llamaba Guerra. Su padre era un portugués de apellido Paz. ¿ Madre Guerra y Padre Paz ? ¡ Qué familia !
Ulysses visitaba a menudo la sala de juegos. Leo, desde detrás de la caja, confirmó este hecho con una inclinación de la cabeza frente a la mirada interrogante de Ben. 
‘Ulysses,’ preguntó Ben para decir algo. ‘¿ No se llama así también el protagonista del poema épico de Homero ?’
‘Afirmativo,’ respondió Ulysses enérgicamente. ‘Pero esta vez no será una batalla de desgaste como la guerra de Troya, si es lo que insinúa. Sólo faltaron tres horas para tumbar el imperio británico. ¡ Maggie Thatcher nunca conseguirá reconquistar las Malvinas, perdón : the Falklands !’ 
Ulysses sabía algo de historia, no cabía duda. Sabía que el héroe cuyo nombre llevaba había participado a la guerra de Troya.
Sólo su manera de hablar no era lo máximo. Ni su amor para la patria de su madre. ¿ Pues era una muestra de coraje que los milicos argentinos, quienes supuestamente tenían que proteger a sus ciudadanos, mataron masivamente a estos ? ¿ Era realmente heroico el torturar y asesinar colegiales y universitarios por sus ideales ?
Es verdad que los argentinos siempre reivindicaron el archipiélago dónde flotaba ya ciento cincuenta años la Union Jack. Las Malvinas pertenecían tanto a Argentina que los Galápagos al Ecuador y la Isla de Pascua a Chile. Eso se les repetía por lo menos continuamente a los alumnos en la escuela. También ahí llevaban camisetas rayadas blanco y celeste como la que llevaba Ulysses con el eslogan : Las Malvinas son argentinas’. Pero los dos mil habitantes de las islas, quienes las llamaban the Falkands y no las Malvinas, hablaban inglés y no se parecían en nada a gauchos.

3. Boletín informativo

Ben hojeaba las revistas lujosas que describían todo una serie de juegos de azar y, de vez en cuando, el videojuego más reciente, Pacsman o Mario, ambos de Japón. En el fondo se aburría tremendamente. Cuando Ulysses le propuso de jugar un partido de futbolín aceptó inmediatamente. Ben pensaba que fácilmente podría vencer a Ulysses. Pero mientras Leo y Ben más o menos eran igual de fuertes, Ulysses tenía reflejos increíbles. Aunque tenía que alzarse en un banco, ganaba cada partido con facilidad.
Cuando Ben por fin pudo marcar un gol, Ulysses se dio la vuelta hacia la tele. Un segundo boletín informativo urgente sobre las Malvinas enseñaba un fragmento de las noticias de la BBC teniendo como subtitulo : The Empire strikes back ! La primera ministra británica anunciaba que el Reino Unido recuperaría a todo costo la soberanía en la región del Atlántico Sur. 
'¡ Vamos a la guerra !' gritaba Ulysses delante de la tele. ‘¡ Yo lucharé con los argentinos hasta el final !’ 
Ben soltó una mirada extrañada que significaba : ‘¿ Y ahora ?’
Como asiduo de la sala de juegos Ulysses se tomó la libertad de cambiar de canal. No era casualidad. En TV Alpha se presentaba un reportaje sobre Hiroo Onoda, el japonés quien terminó la guerra en el mismo año en el que el presidente Nixon tuvo que dimitir a consecuencia del escándalo de Watergate. 
‘¿ Qué guerra ?’ preguntó Ben con falsa ingenuidad.
‘La Segunda Guerra mundial, desde luego,’ dijo Ulysses señalando la pantalla. ‘Mira bien porque a mi también me filmaron.’
‘¿ Le filmaron también a Usted ?’ preguntó Ben incrédulo. ‘? Qué edad tiene a final de cuentas ?’
‘Treinta y tres,’ contestó Ulysses. ‘No viví la Segunda Guerra mundial, si es lo que insinúa.’
‘¿ Entonces porqué aparece en este reportaje ?’
‘Yo trabajé en Terenos, en la hacienda de Tadao, el hermano de Hiroo. Se ubica en el occidente de Campo Grande, en el estado de Matto Grosso do Sul. ¡ Ese Onoda es realmente lo máximo !’
El reportaje se interrumpía a menudo por propaganda para yogures, desodorantes, gaseosas y productos para lavadoras. El tópico principal era la estadía de siete años de Hiroo Onada en el Brasil. Onoda fue enviado como agente secreto el día después de Navidad del año en el cual los aliados desembarcaron en Normandía a la isla Lubang en las Filipinas.  Tenía entonces veintidós años. Veintinueve años más tarde fue localizado por un estudiante, Norio Suzuki. Suzuki le hizo entender a Onoda que la guerra ya había terminado hace tres décadas. Onoda, quien había perdido dos compañeros, el primero en los años cincuenta y el segundo en los años sesenta, se negó a rendirse. Salvo si su superior, el mayor Tanaguchi, librero mientras tanto, le ordenaba. Suzuki, con pelo largo, se fue a buscar en el Japón Tanaguchi, con pelo corto, y éste le dio el orden a Onoda de entregar sus armas. Concretamente se trataba de un fusil y un sable, encima de quinientos cartuchos. 
Durante su propia guerra de treinta años Onoda mató a apróxidamente treinta personas y comió básicamente guineos y arroz abandonados por los isleños. De vez en cuando, mataba a una vaca con un tiro entre los cuernos. Luego que el presidente – y dictador – Ferdinand Marcos le había otorgado la gracia, Onoda volvió a su país natal pero no se enseñaba.  El Japón de los trenes a gran velocidad ya no era el Japón de los samurai y kamikaze. Es así que Onoda llegó en el Brasil en la hacienda de su hermano Tadao.
Delante de la cámara de TV Alpha Onoda contaba su guerra personal mientras Ulysses aparecía en el fondo de la pantalla. Esa guerra no fue únicamente una lucha de vida o muerte pero también una lucha para sobrevivir. La naturaleza era su peor enemigo.
Onoda tenía una memoria de elefante, pues fechas y nombres salían de su boca en su portugués aproximativo sin necesitar ningún papelito para acordarse.
Todas las tentativas para hacer regresar Onoda después de la guerra al mundo civilizado fallaron.
Descartaba como propaganda del enemigo un panfleto que le hacía entender que los aliados habían ganado la guerra. Lo consideró hasta como una señal que los japoneses iban a invadir pronto la isla de Lubang, que ocupaba una posición estratégica al oeste de Manila.
Un mensaje por altoparlante en el cual Onoda se le nombró explícitamente, le pareció sospechoso. Se le exigía que deposite las armas dentro de cuarenta y ocho horas. En japonés siempre se hablaba de dos días, nunca de cuarenta y ocho horas. Eso era un termino que sólo los yanquis utilizaban.  
Cartas personales, escritas por familiares, fueron abandonadas en lugares de los cuales se sabía que Onoda pasaría por allí. Una falta de ortografía sin embargo hizo suponerle que era una trampa del enemigo. Se preguntaba cómo los norteamericanos habían podido convencer a su familia en el Japón para escribir esas cartas, pero no le dio más importancia. El solo hecho que querían sacarle de su escondite comprobaba la importancia de su misión secreta. Esta le fue encargada por un teniente general y consistía en enseñar, en caso de invasión japonesa, el camino hacia el aeródromo de Lubang. Desde allí Manila podía ser atacada desde el oeste.
Una foto de familiares, incluyendo algunos adolescentes nacidos después de la guerra, delante de una casa desconocida, también le pareció sospechosa. La casa desconocida le pareció ser la mejor prueba que querían mandarle un mensaje falso. Onoda entonces ignoraba que el Japón había sido fuertemente bombardeado. Lógicamente, su familia había hecho construir una nueva casa.
Hasta una canción infantil, difundida por un altoparlante y cantada por su hermano Toshio, no le convenció. Su hermano pasó dos meses en Lubang para que el guerrero empedernido vuelva a casa. Pero Onada sospechó que no su hermano pero un imitador cantaba la canción. En la última estrofe se quebró su voz, algo que según Onoda nunca ocurriría a su hermano.
Cada vez que unos hombres salían a buscarle, Onoda consideraba esta salida como una expedición para capturarle. Cuando se acercaban demasiado a él y él les disparaba para defenderse, disparaban ellos también. Hasta en tiempos de paz se dispara en respuesta a un disparo. Pero para Onoda era la prueba que la guerra no había terminado.
El año en que los rebeldes dirigidos por Fidel Castro tomaron el poder en Cuba, se abandonaron algunos periódicos y revistas japoneses para Onoda. Cubrían la actualidad de dos meses. Onoda los leyó y pensó que China – una República popular bajo Mao desde diez años – colaboraba con Japón contra los americanos e ingleses diabólicos. Sin embargo, consideró los periódicos y revistas como falsificaciones muy bien hechas. Trataban, incluyendo avisos, de la vida cotidiana en el Japón. Y no podían reflejar la realidad según Onoda. Porque o los japoneses habían triunfado y el alto comando pondría fin a su misión en las Filipinas. O los cien millones de japoneses habían preferido morir, como lo habían jurado, antes de capitular. Y muertos, salvo si uno cree en los zombis, no publican avisos.

4. Código de honor

Luego de haber visto este reportaje Ben se preguntó extrañado si el teniente japonés había sido muy corajudo o al contrario muy cobarde. Hacer durar la Segunda Guerra mundial cinco veces más de lo que duró efectivamente exigía un coraje extraordinario. En cambio, evitar tres décadas un enemigo que había bajado las armas ya mucho tiempo suponía cobardía. Que Onoda ya desconocía el Japón de posguerra con sus códigos de honor caducadas, lo que le hizó migrar a Brasil le daba un aire quijotesco. El hidalgo español quería comportarse como un caballero en un país en el cual inquisidores y conquistadores ya habían renegado desde mucho tiempo el código de honor de los caballeros andantes. 
Ulysses – al igual que este reportaje – desmentía la imagen del soldado cobarde quien evitaba al enemigo. Además, consideró Hiroo Onoda como el ser humano más leal que se podía encontrar en la tierra. Eso a Ben le agradaba mucho. Pero de repente Ulysses comenzó a hablar nuevamente de la guerra que estaba por estallar entre los argentinos comelones de carne y los ingleses bebedores de té. 
Ben no compartía en absoluto la excitación de Ulysses acerca de un conflicto armado. La guerra no era un juego. Las Malvinas se ubicaban por supuesto más cerca del polo Sur que del mar del Norte pero también a una distancia tal del continente argentino que su incorporación a la Patria argentina no era evidente. Que floteaba ahí el Union Jack y no el Sol de Mayo se debía a una casualidad histórica. Muchas naciones nacieron del mismo modo. Y fronteras, si no habían sido diseñadas con un reglón, se desplazaban según qué tropas habían ganado o perdido qué batallas. ¿ Acaso era un motivo para desencadenar una guerra que de todos modos podía salir de las manos ? ¿ Y, en vista del arsenal con el cual contaba Londres, sería equitativa la confrontación ? ¡ El ejercito argentino hasta la fecha sólo había combatido a ciudadanos inermes !

5. Fanático de armas

Esa aversión a cualquier tipo de guerra le vino a Ben paulatinamente. Pues fue otrora fanático de las armas, no un pacifista. Como niño, que ya sabía correr pero no hablar bien, un día le regalaron un fusil. No de Santa Claus. De su tío Prosper, que había sido oficial de la gendarmería belga. Un Lee Enfield. Según Papá posiblemente había servido en un escuadrón de ejecución para ajusticiar traidores a la patria. De todos modos el fusil haba sido desmilitarizado. En ese entonces Ben no sabía lo que significaba. Lo principal fue que el fusil estaba un poco oxidado pero autentico. La culata de madera que llegaba hasta su cadera cuando depositaba por tierra el fusil estaba un poco agrietada. El cañón de acero que llegaba hasta sus ombros estaba lleno de manchas de oxidación. Pero no era una escopeta de aire comprimido. Y Papá orgullosamente hizo una foto del pequeño Ben, con una tetina en la boca, mientras dirigía el arma al fotógrafo mismo, en este caso a Papá mismo. Este tipo de fotos se podía obtener en una feria por tipos que querían impresionar a su chica. ! Provisto que daban en el blanco !
Ben nunca se apartaba de su fusil para el cual afortunadamente no tenía municiones. Lo llevaba a todas partes, tal como su hermana Celine su  osito de peluche. Un día de otoño estaba jugando en un arenero con soldaditos de restaño en el parque de Bruselas. Había puesto en escena nuevamente la batalla de Waterloo y vencido a Wellington y Blücher. Regresando a su casa con las manos llenas de estos soldaditos se dio cuenta de repente que se había olvidado de su fusil. Cuando lo fue a buscar nuevamente con Mamá había desaparecido sin dejar rastro alguno. ¡ Quién podía ser tan cruel para arrebatarle de su arma, con la cual se sentía un verdadero guerrero ? Papá quiso consolarle comprándole una ametralladora de juguete provocando un barullo que hubiera ahuyentado hasta a la propia banda de Al Capone. Pero Ben rechazó el arma de mentira como si hubiera sido un brazo artificial que querían imponerle. ¡ Quería un arma de verdad o nada !
Más tarde Ben admiraba uniformes. El mismo llevaba uno como scout. Sus botinas cafés, medias grises, pantalón negro, chompa de lana verde, corbata plateada y boina verde, ocupaban en su armario un lugar aparte. A pesar del hecho que Mowgli no era precisamente un soldado que uno hubiera podido imaginar como miembro de un escuadrón, Ben se sentía un soldado del Cristo. Un soldado dispuesto a defender la fe, si era necesario con violencia contra infieles rojos o azules.  Un soldado quien, al igual que los romanos, estaba preparado a la guerra para mantener la paz. ¡ Si vis pacem, para bellum !
Los escultistas, a los cuales Ben supuestamente a sus doce años tenía que incorporarse, le parecieron con sus camisas de algodón grises demasiado marciales. Sobretodo sus formaciones cuadradas sugerían más fuerzas paramilitares que el Libro de la Selva. Así Ben se disgustó y se hizo en vez de soldado … desertor del Cristo.
Más tarde todavía Papá, quien por motivo de la guerra nunca había tenido que cumplir un servicio militar, le quiso convencer a Ben en el colegio que antes de empezar estudios universitarios tenía que incorporarse al ejercito. El ministro de Defensa de esa época quería movilizar jóvenes de dieciocho años sin ninguna posibilidad de aplazamiento para que estudien después de haber cumplido su servicio militar. ¿ No era lógico tratar a todos los reclutas de la misma manera ?
Cuando Ben cumplió dieciocho años consideró que, cual que sea la formación exigente, el arma o el uniforme, no se podía combatir contra un misil nuclear.
Su conclusión era lógicamente : ¡ Desarmen !     
Eso le llevó, como portavoz flamenco de una caravana del desarme italiano, exigir tanto en Bruselas que en Berlín la disolución de toda alianza militar. Ben consideraba que los milicos, sobretodo los que durante su infancia no habían jugado a la guerra, era paranoicos y por consiguiente peligrosísimos. Ellos no manejaban fusiles oxidados, como Ben cuando andaba todavía con una tetina en la boca, pero armas nucleares flamantes.

6. Tabloide

Mientras tanto era Lunes de Pascua. Desde Londres llegó la noticia que una armada de doce mil marineros, en totalidad cuarenta buques de guerra, se dirigían a las Malvinas. La armada de portaaviones, cañoneros y submarinos nucleares tardaría por lo menos un mes en llegar. Se creía que el solo poderío británico ahuyentaría los invasores hispanohablantes. Posiblemente ni un solo tiro asustaría los numerosos borregos – más numerosos por lo menos que la cantidad de habitantes. ¡ Así quizá el enfrentamiento armado podía ser evitado ! 
A Expresso, el tabloide local que se había enterado por sus contactos que un brasileño quería reforzar las tropas argentinas en el conflicto venidero, Ulysses le dio la entrevista siguiente.
Expresso : ‘¿ Para qué Usted estuvo inmediatamente preparado a servir en el ejercito argentino ?’
Ulysses, primero con calma pero alzando cada vez más el tono : ‘Bueno, primero porque corre sangre argentina en mis venas. No solamente mi madre es argentina, también viví allí tres años, antes de encontrar trabajo en Matto Grosso do Sul. Luego es un combate de David contra Goliath, esta vez representado por la Dama de Hierro. Ya ciento cincuenta años la población de las Malvinas esta tiranizada por John Bull. Esto es claramente una guerra de liberación. Una guerra contra una potencia neocolonial. Las Malvinas están ubicadas casi en las aguas territoriales de Argentina mientras los británicos tienen que sacar sus buques de guerra de cerca del polo norte. Todo eso para defender supuestamente un par de isolotes habitados por no más de dos mil sujetos de Su Majestad como si fuera Trafalgar Square. ¡ Cuán locos están en las riberas de la Tamisa !
Expresso : ‘¿ Tan seguro esta Usted de que Argentina sólo defiende su legitimo derecho sabiendo que el Consejo de Seguridad ordenó las tropas extranjeras a retirarse ?’
Ulysses, profundamente indignado : 'Tropas extranjeras, tropas extranjeras, ¡ son precisamente las tropas británicas que allí son extranjeras !'
Expresso : ‘¿ No es verdad que el presidente Galtieri provocó cualquier conflicto para lavar el escudo del ejercito manchado de sangre propia ?’
Ulysses, francamente extrañado : 'Ahora Usted habla casi como – yo sé que su periódico está fuera de sospecha, pero aún así – los provocadores comunistas que han sumido a Argentina en el caos. La junta militar tenía que poner orden como nuestras propias fuerzas armadas en la época. Las Madres de la Plaza de Mayo – permítame decir las Putas de la Plaza de Mayo – mencionan treinta mil desaparecidos. ¿ Pero quién ha podido contarlos pues desaparecieron y quizá hasta se escondieron ? Además, trescientos mil patriotas han aplaudido con entusiasmo en la Plaza de Mayo la junta militar, dispuesta a defender hasta la última gota de sangre a la nación argentina.       ¡ Se trata, pues, de una calumnia más de los comunistas !’
Expresso : ‘Se señala la presencia de submarinos soviéticos en la región, dispuestos a reforzar la posición estratégica de Argentina. ¿ Cuál sería su comentario sobre ese hecho ?’
Ulysses, riéndose burlonamente : 'Eso es la mejor prueba que Argentina no se alió con ningún bloque militar. Se preocupa por la paz en el mundo. En colaboración con Washington mandó consejeros al Salvador para poner término a la cruenta guerra civil allí. La culpa la tiene claramente la guerrilla apoyada por Cuba. El mes pasado hasta boicotearon elecciones libres. ¿ Acaso no es una prueba más que Argentina es internacionalista ? ¡ Mientras tanto John Bull espera sacar de la región petróleo barato por motivos exclusivamente nacionalistas !

7. Radar

Al día siguiente Ben acompañó nuevamente a Leo a la sala de juegos Eldorado. Quería, después de haber leído otra vez la entrevista con Ulysses, hablar con él. ¿ Por simpatía ? A la verdad Ulysses no era muy simpático. ¿ O por compasión ? ¿ Pero Ben tenía que sentir compasión para un individuo que alababa el ejército argentino ? ¿ Acaso fue el pacifismo de Ben que le motivó ? Eso le empujaba a Ben a razonar gente con instintos guerreros. ¿ Pero eso no podía ser considerado como una tentativa de conversión al igual que los vendedores de Biblia que quieren convertir a ateos ? ¿ Se daba cuenta Ben de lo que intentaba ? Esa guerra no duraría tres horas. Podía eternizarse meses y hasta entrenar al abismo el mundo entero. Un solo disparo mortal en Sarajevo era suficiente en la época para desatar la Primera Guerra mundial. Este conflicto podía desvelar fallas fatales entre Europa y América, pero también entre América del Norte y América del Sur, con todas sus consecuencias.
Los ochenta y cuatro marineros británicos serían reemplazados por doce mil militares deseosos de venganza. 
Como existía un riesgo de combates físicos, Ben apuntaba la pequeña estatura de Ulysses.  
‘¿ Acaso David no venció a Goliath ?’ Ulysses comentó de una manera cómica.
‘Pero veo que tienes lentes gruesos, que no tenías el pasado domingo,’ replicó Ben.
‘Esos lentes los reemplazo regularmente por lentes de contacto,’ contestó Ulysses. ‘Por eso me viste antes de ayer sin lentes. Pero aún con la mirada más clara se necesita en la noche binoculares nocturnos. Nadie hace hoy en día la guerra sin instrumentos.’
Por último Ben sugirió que Ulysses seguramente tenia pies planos y no pasaría el examen médico castrense.
‘Eso lo observaste muy bien,’ reconoció Ulysses aparentemente humilde. ‘Pues ahora camino en sandalias de playa. Pero en los zapatos del ejercito se puede poner plantillas. Y lo principal es darle una lección a la Royal Navy.’
¿! Cómo piensas atacar a la Royal Navy ?’ preguntó Ben, iritado por tanta prepotencia. ‘Pues los ingleses no van a jugar en las Malvinas un partido de futbol, ? sabes ? Con Maradona Argentina podría quizá ganar, pero a los milicos ingleses no creo. Esos tipos no bailan el tango, ¡ creeme !’
Ulysses se encogió de hombros. Según él Ben cometía el mismo error que todos los estrategas modernos. Por una falta terrible de imaginación siempre se preparaban a las guerras pasadas, nunca a las guerras venideras. Si la guerra anterior fue una guerra de trincheras, construían los alemanes el así llamado Westwall y los franceses una así llamada Ligne Maginot. Lo que sería determinante, fueron los tanques desarrolados por los británicos en la Primera Guerra mundial, con los cuales los alemanes invadirían veinte años más tarde a toda Europa. Si la guerra anterior fue ganada por la neutralización en la base de los cohetes V-1 y V-2, el sucesor de Jimmy Carter se inventó una especie de Guerra de las Estrellas, por la cual cohetes soviéticos estarían destrozadas apenas lanzadas. Cada vez los parámetros cambiaban. ¿ Qué valían las tácticas guerrilleras aprendidas por Hiroo Onoda si uno ni siquiera tenía el chance de poder emplearlas pues la guerra ya se había terminada hace tiempos ? ¿ Qué valía apuntar su fusil a un enemigo si si explotaba una bomba encima de su cabeza ? ¿ Qué valían los ejercicios gateando en el lodo, debajo de alambres de pua con unas armas pesadas, si aplastar un botón bastaba para hacer volar todo ?
Desde que los ingleses utilizaron el radar para contrarrestar los ataques alemanes, más de una guerra ya no se decidía en el campo de batalla pero en una pantalla.
Ulysses guió Ben a una sala separada a la cual uno sólo tenía acceso mediante un código. Una decena de fanáticos de informática estaba sentada detrás de videojuegos que todos llevaban el nombre genérico de War Games. Ulysses se jactaba de haber desarrollado él mismo un juego que llamó Wars against the Empires. Si lo hubiera llamado Wars of Empires, todo el mundo hubiera pensado inmediatamente a guerras entre las grandes potencias. Su videojuego, que era para los juegos vendidos en ese entonces lo que una computadora moderna era para una calculadora antigua, empujaba uno a la lucha. A la lucha de los pueblos contra los colonialistas y imperialistas de todos los tiempos. También los belgas pertenecían a esta ultima categoría. ¿ Acaso no habían colonizado en la época el Congo ? ¿ Y era casualidad que la sede de la Alianza atlántica se encontraba en Bruselas ?
Ben quería responder que no era fan de la Alianza atlántica. Un año antes había sido absuelto de un cargo de lesa-majestad por haber fingido que el Rey mismo llamara a la Alianza atlántica como una conspiración tamaño contra la paz mundial. Pero prefirió callarse. Como admirador póstumo de Winston Churchill insistió en su pregunta de cómo Ulysses pensaba poder atacar a la Royal Navy. 
Ulysses no contestó de manera directa. O si. A su manera : hacía un gesto con la mano que significaba ¡ Facilito ! Delante de un videojuego que tenía una luz giratoria y una sirena, declaró demostrar cómo iba a hundir la legendaria Royal Navy. Y en efecto : el Sea Harrier británico que había despegado de un portaaviones imaginario, fue derribado con un reflejo ultra-rápido. Y eso a pesar del hecho, aclaró Ulysses, que este avión se lanzaba hacía el horizonte con una velocidad superior a la velocidad del sonido. Ese tiro certero fue seguido por un estruendo pero corto ululado de la sirena. Luego una voz de bajo dijo en alto, no en portugués pero en el idioma del enemigo : Congratulations ! Try the next one ! 
Ulysses repitió su primer acierto de manera muy concentrada dos veces más sin ninguna falla. La voz de bajo concluyó : You're absolutely the best ! 
Y apenas había escuchado eso o Ulysses le sonrió contento a Ben diciendo triunfal : ‘¿ Cómo pienso hundir la Royal Navy ? ¡ Con mi joystick, carajo ! ¿ O acaso pensabas que todavía utilizábamos lanza-piedras como los cavernícolas ?'

 

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