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Requiem para la tilde​

(escrito en agosto de 1993, traducido del francés)
 

Utilizamos, en Europa occidental, el alfabeto latín y las cifras árabes. Por suerte, no nos son indispensables la caligrafía china ni los signos griegos. En Europa del este, se adoptó el cirílico para integrar en el lenguaje todos esos sonidos raros que se desconoce en la lengua castellana. Experimentando sin duda dificultades para hacer entrar en sus máquinas de tratamiento de texto esos signes especiales llamados diacríticos por los especialistas de la gramática, y que son rasgos del carácter de una lengua, algunos espíritus supuestamente ilustrados, miembros de la Comunidad europea, propusieron la supresión de lo que el Larousse francés define como un acento en forma de ‘s’ acostado, que se ubica encima de la letra ‘n’ del alfabeto español, equiparándose a un ‘n’ mojado en francés : los cañones del Colorado.
Sin duda es sólo una primera propuesta tímida contra el acento más vivo que puede evocar una bandera flotando en el viento o una banda colorida de fiesta, o el pliegue de una falda abullonada o el movimiento que hace el torero para escaparse de los cachos asesinos de un toro delante el cual se agita un trapo rojo.
La tilde, que evoca el fruncir de las cejas, ilustra nuestro asombro delante una propuesta en el fondo vejatoria no solamente para los que quieren al idioma español pero también – y eso es mucho más grave – para todos esos irreductibles quienes, adaptándose a su época pero temblando delante del vacío, afeccionan los signos particulares.
No nos limitemos a la tilde. Pues lo que está en juego es el mantenimiento de cada signo distintivo.
Los ingleses, después de haber arrebatado cantidad de palabras de todos los idiomas indoeuropeos, han suprimido de su ortografía todo tipo de los signos incriminados.
Los alemanes, por su parte, han encontrado una manera para reemplazar el trema. Es así que pueden escribir su himno nacional « Deutschland über alles » como « Deutschland ueber alles ». Ya que no nos obligan a utilizar letras góticas.
¿ Y los franceses, qué hicieron con estos signos cuestionados ?
Cicatrices que recuerdan viejas intervenciones cirúrgicas como el acento « circonflexe » (en la palabra « hôte » que significa a la vez el anfitrión y el invitado), manchas de belleza quizá inútiles como el trema (que siempre equivocadamente puse en la palabra « sieste »), inversores de sonido que nos hacen silbar de rabia o de alegría como la cedilla (esencial para distinguir Francia del francés (en francés, « France » de « français »), los signos diacríticos no son por lo tanto indispensables : a final de cuentas, se puede escribir « peut-être » (quizá) como « peut-ètre » y « bientôt » (próximamente) como « bienteau », pues se pronuncia de la misma manera.
! Aún si se nos demuestra que la presencia de estos signos no es indispensable, afirmo que su ausencia sería impensable !
¿ Pues que se le reprocha a la pobre tilde ?
¿ De presentarse acostada, como para la siesta ?
¿ De ser inútil ? A final de cuentas se puede escribir los canyones del Colorado. Ya los catalanes escriben España como Espanya.
¿ De ser difícil de trazar ? Pero entonces conviene también suprimir la tilde en la palabra portuguesa « não ».
¿ De ser difícil de pronunciar ? Pero hay palabras en las lenguas europeas más difíciles de pronunciar como por ejemplo « blizzard » o « Blitzkrieg » (guerra relámpago).
De todos modos, no se trata de la pronunciación. Es verdad que los latinistas todavía no se ponen de acuerdo si Caesar se pronuncia « César » como en francés o « Kaiser » como en alemán.
Posiblemente insatisfechos de haber vencido antaño la Invencible Armada, ¿ sería por motivo de venganza que el lobby del inglés (más partidario de la computadora que de Shakespeare) lance un ataque contra la inocente tilde … que es realmente poca cosa comparada a los signos raros que se utilizan en el este y el norte de Europa ?
! Que obliguen no más los británicos a manejar a la derecha, como todo el mundo, a ver !
Si fuera el caso, con razón se negarían hasta querer inundar el túnel bajo el mar que separa Inglaterra del continente europeo para volver a los tiempos felices del aislamiento del Continente.
A no ser que esta propuesta está hecha por fans de la integración quienes, so pretexto de unificación, quisieran neutralizar todas esas particularidades constitutivas de nuestra identidad.
El réquiem para la tilde vuelve así a ser lamentablemente también el réquiem para el ser humano que no le avergüenzan sus cortes y cicatrices, sus pecados juveniles y sus manchas de belleza, en suma todo lo que nos distingue del mundo gris de las compus dotadas de memorias gigantescas … pero careciendo cruelmente de historias.    

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